Galápagos es más famoso por su flora y fauna únicas, por la aparente
docilidad de sus animales, incluso por la relevancia que tuvo en los
pensamientos de un joven naturalista inglés, cuando al pasar por estas
islas, germinaron en él las ideas
revolucionarias que años más tarde plasmaría al publicar "el Origen de las
Especies"- Charles Darwin. Pero hay un aspecto galapagueño que suele ser
dejado de lado: Su espectacular naturaleza volcánica.
Las Galápagos son, de hecho, uno de los centros volcánicos más activos
del planeta, superados apenas por Hawaii. Pero a diferencia de Hawaii, donde la
mayoría de erupciones recientes (hay una que lleva décadas en continua
erupción), se concentran en tres volcanes, Galápagos tiene nueve volcanes
activos, los cuales han registrado cerca de setenta erupciones desde 1800.
Estos archipiélagos tienen geológicamente mucho en común. Ambos entran
en la categoría de los "Punto Calientes"- una condición excepcional,
donde los volcanes hacen su aparición en medio de una placa tectónica y no en
su borde, donde se encuentran más del 90% de los volcanes del mundo. Se estima
que estos "puntos calientes"
son el resultado de "plumas del manto"- columnas de rocas calientes,
que lentamente ascienden por la enorme astenósfera, hasta llegar a unos cien
kilómetros de la superficie, donde se vuelve líquida, rompiendo la superficie
en forma de un volcán. La corteza terrestre, al continuar su movimiento sobre
un punto estático crea una producción en
cadena de volcanes, los cuales suelen llegar a la magnitud necesaria
para sobresalir del mar, convirtiéndose en islas- nuevos hogares a ser
colonizados por especies.
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